domingo, 18 de abril de 2021

Memorias de mi Puebla, por mí.

 Hola a todos. 

Dicen que no hay nada mejor que predicar con el ejemplo, y por eso voy a ser el siguiente en tomar el testigo y compartir con todos mis recuerdos de Puebla de Almenara. 

Tomo el testigo de nuestro paisano y amigo Javier Rupérez, lo cual deja el listón inalcanzable. 

Pero he querido tomar esta iniciativa para ver si más gente se anima a hacerlo. No voy a mentir y son varios ya a los que he preguntado si se animarían a hacerlo...  en un caso me tomó por delincuente que quería su dirección de correo para quién sabe qué y en el otro directamente por loco a secas, jajaja. 

Siempre me he sentido muy unido al pueblo...  cuando te acuerdas de un lugar y te sale una sonrisa, es que te sientes como en casa. 

 

Soy un forastero interino...  es decir, mi madre es del pueblo de nacimiento pero yo me he criado fuera del mismo, aunque siempre he intentando ir lo máximo posible. 
Siempre me he sentido un privilegiado al tener pueblo, pero un pueblo de verdad y no una urbanización en la sierra...  un pueblo, pueblo...  donde de la nada podía salirte un rebaño de ovejas que te dejara parado mirando y esperando a que pasaran. 

Mi primer recuerdo es de cuando debería tener cuatro o cinco años...  al llegar al pueblo, iba corriendo al armario a buscar mi garrotita y mi miniboina que había preparado mi abuelo y bajaba corriendo la calle Mayor para encontrarme con en él en la esquina del bar de la Sociedad. 
Allí pasaba el rato junto a él y a m "tío" Cesareo, digo "tío" porque no era familia pero recuerdo quererle como si lo fuera. 
No recuerdo ninguna conversación, pero sí que cuando pasaba un coche había que ponerse muy recto y mirar fijamente hasta hacer una sacudida de cabeza...   luego con el tiempo supe que aquello era un saludo. 

Mi abuelo siempre ha sido una figura muy importante para mí, cuando nadie confiaba en mis capacidades el siempre me decía que podía y que podía más...  la pena es que pude ya cuando no estaba. Me costó años poder ir y ponerme delante de su tumba, demostrarle que había podido y que tenía razón.

Recuerdo que cuando llegábamos al pueblo la tradición era ir a visitar a mis tíos para saludarles, y entonces yo corría a su patio a ver a los animales...  perros, gatos, gallinas...  pero sobre todo los gatos, me encantan. Verlos, tocarlos, jugar con ellos e incluso ver sus crías...  

Y de pronto, llegábamos a la casa de mis abuelos y entrar a ese patio...  repleto de animales...  acariciar gallinas, correr delante de la gallina agresiva (con el tiempo supe que era un gallo), jugar con los perros y gatos...  para un chabalín aquello era mejor que Faunia o el Zoo...  

De entre todos ellos, mi favorito era un conejo blanco de ojos rojos...   era el único que vez tras vez que íbamos siempre estaba. Mi abuelo me decía que se habían ido de viaje o a vivir a otro lado, con el tiempo empecé a unir la paella de conejo o el conejo al ajillo con aquellos viajes que me decía...  pero era lo que me decía mi abuelo, y para mi verdad absoluta. 

Recuerdo que se dejaba acariciar en la jaula, se dejaba coger...  pero tocaba el suelo y se transformaba en el mismisimo Satanás y parecía que le debía dinero...  venga correr detrás mío mordiéndome los talones, Y COMO DOLÍA!!. 
Mi abuelo me decía siempre lo mismo, y yo picaba... "Me ayudas y te doy 500 pesetas"...  eso era una fortuna en aquellos tiempos y a mi edad, por lo que yo cegado por la diosa moneda me iba con él al patio pensando que no sabía que yo le había soltado. 
Pasaba mi abuelo... y cuando llegaba yo, de entre las cepas del patio sacaba su cabeza e iba por mí...   recuerdo reir a mi abuelo y yo de nuevo correr...  

El tiempo fue pasando, y un día mi abuelo ya no estaba y su casa maravillosa pasó a ser dos casas...   se perdió la cámara, la cochera, el patio interior donde me encantaba ver llover o la despensa que en cada hora de la siesta asaltaba como si fuera la caja fuerte del Banco de España...  doblaos, rosquillas, galletas...  

Empiezan a pasar los años y a crecer...  donde te vas dando cuenta que donde mejor se está es en el fuego junto los peroles poniéndote ciego a cerveza mejor que en el salón comiendo ganchitos. Siempre he sido el menor de mis primos y podía culpar a mi inocencia la ingesta descontrolada de alcohol...  cinco años de diferencia con el más próximo. 

El tiempo va pasando y ya los viajes familiares van pasando a otro nivel...  empiezan los viajes con amigos al pueblo, a "Cuencún" como lo llamamos todavía a día de hoy. 
Siempre que había una posibilidad y un coche, viaje de fin de semana o puente al pueblo...   barbacoas eternas (hemos llegado a calentar la leche del desayuno en barbacoa), tardeo de cerveza, noches de cubatas...  pero siempre con respeto absoluto. Si la cosa se iba de nivel o empezábamos a hacer mucho, ruido nos salíamos de la casa para no molestar. 

Recuerdo que mis tíos nos visitaban y entraban con sus llaves a la casa, nunca nos importó y casi que lo agradecíamos por si nos había pasado algo...   el concepto "ranchero mayor" se instaló en el grupo de amigos. 

Siempre en cada viaje, lo primero antes de ir a la casa era pasar a verles y presentar a los amigos...  indispensable para mí, y una señal de respeto hacia ellos desde mi punto de vista. Sabía que podíamos liar la mayor (tirar el castillo de Belmonte, quemar la iglesia, saquear el ayuntamiento... ) que siempre encontraríamos refugio con ellos...   eso sí, ya me dijo mi tío una vez: "tú si lías una no te preocupes por tu madre, preocúpate porque del pueblo no sales"... jajaja, a buen entendedor pocas palabras. 

En esos viajes hemos ido a ver estrellas en la ermita, al castillo de caminata, a visitar los pueblos del alrededor... y es que Puebla de Almenara es una maravilla...  en una dirección Segobriga, en otra el castillo de Belmonte, en otra los molinos de Montiel, en otra el monasterio de Ucles, en otra....  una auténtica maravilla para el turismo bien vendido. 

El castillo siempre ha sido un lugar especial para todos...  ¿quién puede decir que su pueblo tiene un castillo?...  eso sí, parece que lo han cañoneado del estado en que está. Subirse a una de las almenas a ver el infinito mar de tierras azotado por el aire, no tiene precio la verdad..  

El tiempo sigue pasando y con su crueldad saca de la foto a mis tíos, ya no están con nosotros. Admito que evito pasar por la calle Mayor para ver sus casas, duele ver que cuando llamas no salen con su sonrisa pero sigo llamando porque queda familia que ver. 

Incluso de esa foto se cae mi padre, ingresado en una residencia por un derrame cerebral, y soy yo el que tiene que intentar cuidar de la casa y de las cosas....  es imposible estar a su altura, es como pedir a un grumete que lleve el timón del capitán. 

Hoy, después de mucha búsqueda, soy padre y quiero que mi hijo conozca el pueblo de su abuela... el sitio donde su padre ha sido tan feliz...  pero me entristece a la vez saber que no lo conocerá como yo lo hice. Ya no hay gallinas, ni gatos, ni perros, ni conejos, ni ovejas, ni peroles de carne...  y faltan todas esas personas que transformaban un siempre hola en la mejor de las bienvenidas. 

Dicen que crecer es aprender a asumir responsabilidades, y creo que se equivocan...   crecer es aprender a decir adiós a las personas que quieres. Un amigo ya no mira la fotos de su boda, porque falta más gente de la que hay. 

Por eso empecé hace mucho este extraño viaje, este camino por dejar en algún lugar los recuerdos y las noticias de Puebla de Almenara...  de intentar devolver de alguna manera los buenos momentos que me ha dado, de agradecer la oportunidad de tener una niñez diferente o simplemente el egoísta sentimiento de no olvidarme ni que se olviden. 

Espero no haberos aburrido mucho y que la gente se anime a contar sus vivencias, sus recuerdos... a compartir lo que fue, lo que es y lo que será Puebla de Almenara. 

Gracias por leerme. 








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